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Historia de Chile: La Colonia.

La defensa de Chile en tiempos de los corsarios

        
La defensa de Chile en tiempos de los corsarios
El 5 de diciembre de 1578 hacía aparición en el Pacífico chileno un nuevo enemigo. Ese día Francis Drake (h. 1540-1596), después de cruzar el estrecho de Magallanes y tomar tierra sin fortuna en un par de ocasiones, se apoderaba de Valparaíso, tomaba el oro que desde Valdivia se trasportaba en una embarcación a Perú y de la provisión de vino recién embarcado, prendía fuego al buque español y saqueaba las instalaciones del puerto. Después siguió hacia.el norte y trató de sorprender también a los habitantes de La Serena, pero éstos habían sido advertidos e impidieron el desembarco.

Drake, el primero de una larga lista
La llegada de Drake al Pacífico abrió las puertas a nuevos expedicionarios, atraídos por la ruta de oro y plata que, desde el Perú, se transportaba hacia Panamá para seguir camino a España por el Atlántico. Fue por ello por lo que el virrey del Perú, Francisco de Toledo, envió en 1579 una expedición al Estrecho al mando de Pedro Sarmiento de Gamboa (1532-1592). Sarmiento recorrió la costa meridional del continente americano y tomó posesión de las tierras limítrofes a los canales. De regreso a España, Felipe II dispuso la fortificación del paso y su población, nombrando a aquel marino gobernador. La empresa del poblamiento acabó, sin embargo, en un trágico desenlace, pues los cerca de trescientos colonos establecidos en 1584 en dos localidades, Nombre de Jesús y Rey don Felipe, fueron muriendo en medio'de grandes padecimientos.

Los continuadores británicos

En 1587 el británico Thomas Cavendish (1555-1592) llegó al Pacífico con tres buques atravesando también el Estrecho. Tocó tierra en Quintero, y conocida la presencia de los corsarios, se les hizo frente y se les obligó a levantar su campamento, debiendo ganar su botín en otras latitudes. No transcurriría mucho tiempo antes de que volvieran los navios ingleses a hacer su aparición. El regreso de cualquiera de ellos a Plymouth, en la costa británica, cargado de riquezas se convertía en el mejor aliciente para que otros pensaran en emular la proeza.

Los corsarios holandeses

Un peligro mayor vino a representarlo la presencia de corsarios holandeses. En 1599 llegó una primera flotilla, cuyo destino final era la costa asiática, pero que en lucha con las adversidades v los indígenas acabaría deshecha y rendidos los supervivientes a los españoles, excepto una nave que con auxilio de los indígenas tomó y destruyó !a población de Castro, en la isla de Chiloé. Apenas unos meses después llegaba también una segunda expedición comandada por Oliver van Noort (1568-1611). Pronto capturó un bergantín español y en marzo entró en Valparaíso, donde destruyó cuatro buques y siguió rumbo a Huasco antes de alejarse de la costa chilena.

Además de las pérdidas que todas estas acciones ocasionaban, tanto más destacadas cuanto modesta era la prosperidad de la provincia, la defensa de las plazas y la persecución de los actos de piratería obligaban a distraer fuerzas de la guerra araucana y hacían temer por todo el sistema de transporte marítimo de la costa pacífica.

La larga guerra de Flandes, el auge del poderío naval holandés y su expansión por el Pacífico Sur llevaron una vez más a una escuadra flamenca formada por once navios a interesarse por las posesiones españolas de la región andina. En 1623 tomaba posiciones en el archipiélago de Juan Fernández con la vista puesta en Chile como paso para tomar Perú. En mayo, sin embargo, sitiaron el puerto de El Callao y lo bombardearon, pero la respuesta hallada, que supuso la muerte del almirante que comandaba la flota, condujo a su segundo en el mando, Hugo Shapenhan, a mantener el bloqueo durante cuatro meses y realizar incursiones menores en la costa. En 1643 otra flota, dirigida por el gobernador de las Indias Orientales, Enrique Brouwer, que originariamente actuaba con la autorización del principe Mauricio de Nassau, estatúder de los Países Bajos, buscó asentarse en Valdivia y llegar a acuerdos con los indígenas. Desembarcaron en Chiloé y destruyeron una vez más Castro, si bien la población había huido. De ahí pasaron a Valdivia con algunos indígenas que les auxiliaron. Los holandeses creyeron que hallarían aliados entre los indígenas contra los españoles, cuando por lo común éstos no hicieron diferencias entre europeos, cuyo modo de proceder no era muy distinto. La reciente expedición de Van Noort y su secuela de víctimas en la población autóctona venían a confirmarlo. Muerto Brouwer en 1643, le reemplazó Elias Herckmans, quien llegó a acuerdos con los caciques huilli-ches y consiguió levantar un fuerte, pero meses después acabó evacuando el territorio ante la negativa indígena a mostrarles los yacimientos de oro. Para entonces se había preparado una expedición española que expulsara a los holandeses' del territorio de Chile.

Piratería europea en la segunda mitad del siglo XVII

En la segunda mitad del siglo XVII fueron menudeando las incursiones filibusteras en el océano Pacífico. La larga y accidentada costa chilena proporcionaba abundantes refugios al abrigo de la vigilancia española y de sus plazas más o menos fortificadas. Si bien estos mares no llegarían a conocer la actividad que la piratería estaba desplegando, en esa misma época, en el mar de las Antillas, las incursiones corsarias resultaron tan peligrosas aquí como en otras partes, pues si bien resultaban menos frecuentes, la defensa de las ciudades se hacía difícil por su menor tamaño, por la distancia existente entre ellas y por la lejanía con otros puntos del Impe desde los que pudieran enviarse refuerzos. La difusión de leyendas sobre míticas riquezas idcl país más alejado del Viejo Continente, la ámidad al Perú y a las rutas de la plata que lía de aquellos puertos, así como el valor estratégico del territorio como llave y plataforma del Pacífico Sur, atrajeron la atención de corsarios y • expedicionarios europeos. Por otra parte, el ar-piélago de Juan Fernández se convirtió en de encuentro de flotas piratas, en fondea-ro desde el que se preparaban asaltos y en refugio ocasional después de batirse en retirada.


En diciembre de 1680, el inglés Bartolomé Sharp, que venía operando en los meses anteriores frente a la costa del Perú, desembarcó en Coquimbo y tomó La Serena después de provocar huida de sus habitantes tan pronto se disipó la expectativa de los vecinos de hacer frente a los bucaneros. Sharp negoció un rescate por la ciudad con el corregidor, pero, no pudiendo reunir el dinero y descubierto un intento de echar a pique el buque inglés, se decidió por saquear el y prenderle fuego. Los principales edificios de La Serena fueron arrasados. Antes de dejar estos mares, a finales del año siguiente, Sharp siguió actuando contra intereses mercantiles si-ruados en puntos más septentrionales.

La constante amenaza sobre intereses españoles movió al rey a ordenar que se armaran los navios mercantes y estuvieran en condiciones de hacer fuego contra posibles captores. Sin embargo, los virreyes siempre hallaron grandes dificultades para hacer cumplir la disposición e incluso rara organizar la escuadra que debía proteger la josta ante la resistencia a servir en la marinería. Entre 1684 y 1687 Edward Davis actuó en el Pacífico contra buques y puertos españoles. Ante las noticias que llegaban de Perú, el gobernador José de Garro (1623-1720) fortificó los principales puertos chilenos y suprimió lo que desde comienzos de siglo venía siendo utilizado como punto de aprovisionamiento de cuantas incursiones se habían efectuado en la región, la población de las islas de Santa María y Mocha, desplazadas cerca de La Concepción. A la vez suspendió el comercio marítimo para impedir que el adversario, al que no podía batir en mar abierto ante su clara superioridad, careciera de botín y abandonara la zona. En 1686 Davis se dirigió a La Serena y consiguió entrar en la ciudad, pero allí se libró un combate que le obligó a reembarcar tras perder parte de su tripulación. Si el peligro de la presencia corsaria que desarticulaba el comercio comenzó a ser conjurado tras este episodio, poco después hizo su aparición en la costa chilenoperuana otro elemento contrario a los intereses españoles, aunque no pudiera afirmarse lo mismo respecto a las prácticas mercantiles: John Strong comenzaba a introducir artículos ingleses de contrabando tocando los puertos que se sucedían en el litoral. Advertido el virrey, ordenó su apresamiento cuando actuaba en Concepción, pero consiguió eludirlo no sin que se le capturara a algunos de sus hombres.



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