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FOTO: Era grande el valor que los araucanos otorgaban tanto a la paz como a la guerra. El cacique era el jefe de la paz y en la guerra se nombraba un jefe bélico, el toqui, cuya enseña podemos ver en la ilustración.

El contacto con los europeos supuso un gran cambio en el pueblo mapuche pese a la resistencia que ofreció a la integración durante siglos. La aparición de nuevos cultivos, como el trigo y la cebada, de animales que habrían de alterar por completo el dominio del medio y de la subsistencia, como el caballo, la vaca, la cabra y la oveja, permitió que a lo largo del siglo XVII, dentro del equilibrio definido en la relación de frontera una vez fue cediendo la guerra defensiva, comenzara a recuperarse la población araucana.

La utilización del hierro modificó los utensilios, las armas y los instrumentos de trabajo. Los objetos de hierro, los caballos en una primera época, el vino y los aguardientes constituyeron los capítulos más destacados del intercambio entre españoles y la población indígena. El uso del hierro modificó las técnicas de cultivo utilizadas tradicionalmente.

Tanto los desplazamientos como la relación con otros pueblos indígenas y los intercambios con los españoles incidieron de manera decisiva en la evolución interna de esta comunidad. El consumo en la pequeña unidad familiar o en el cabi (conjunto de familias relacionadas) dejó paso a la producción de excedentes, a su acumulación, a la reserva de una parte en previsión de dificultades y a la comercialización del resto. En definitiva, se iba entrando en una economía mercantil cuyos efectos para la población autóctona serían tan profundos como el encuentro con los españoles.

De la destrucción de sementeras practicada por los españoles en su expansión militar para rendir al adversario por hambre se extrajo la consecuencia de la necesidad de producir más, de hacer reserva, de sembrar varias veces, de cultivar cereales de floración más temprana, etcétera. El creciente comercio obligó a disponer de medios de pago aceptables por todos, lo más equiparables al valor de los intercambios y que pudieran transportarse con facilidad. Como en otras latitudes y en otras épocas ante situaciones similares, el resultado fue la progresiva metalización de esa economía. Plata y oro sirvieron al comercio, pero también se convirtieron muy pronto en distintivos de riqueza e influencia social, principalmente en manos de los caciques, de los conductores en las pasadas guerras y de quienes fueron ocupando los lugares más destacados de una estructura social en patente proceso de diferenciación.

Los signos del poder, sin embargo, estaban en consonancia con las características de la población indígena y del nivel de su desarrollo, de modo que guardaban relación con la presencia física (adornos personales) y con los elementos relacionados con lo que en sí mismo era un símbolo, el caballo: arreos y arneses de plata gozaron de fama entre los araucanos.

En general, la colonización europea supuso para la población indígena la ruptura de la comunidad aborigen que en el pasado había supuesto un elemento sustantivo de la cohesión indígena sobre la que descansaba la relación familiar gentilicia, el apoyo y la protección mutua, la defensa del colectivo, los usos de la tierra y de los bosques, la práctica en coordinación de la caza. En suma, supuso la desestructuración de la comunidad y la pérdida de la identidad propia.