
Historia de Chile: La Organización.
Resume del periodo
Formación del Estado Republicano

Se debÃa establecer un modelo económico que permitiera a Chile insertarse en el mercado internacional. HabÃa que poner en marcha un sistema administrativo y educacional que modernizara al paÃs; establecer una fuerza militar obediente del poder civil; y recomponer las relaciones entre la Iglesia y el Gobierno. Todo esto, en el marco de no alterar las relaciones dentro de la estructura social.
La evolución demográfica y el orden territorial
Un incipiente censo de población de 1835 indicaba la existencia de un total de un millón 10 mil 336 habitantes en el paÃs, que se distribuÃan principalmente entre las provincias de Santiago, Colchagua y Maule, Ñuble y Concepción.
El núcleo territorial en esta época se extendÃa por su parte septentrional desde Copiapó, y la frontera meridional estaba marcada por el rÃo BiobÃo. Sin embargo, existÃa una clara disparidad entre estas vastas extensiones y el espacio efectivamente ocupado.
Con una población rural que se elevaba a casi el 80 por ciento y una densidad de 1,4 habitantes por km2, el paÃs presentaba un aspecto de territorio no habitado, en amplias zonas del Valle Central y la Cordillera de la Costa. El habitante se distribuÃa al interior de las haciendas —que eran grandes extensiones de terreno—, con una reducida red caminera y una insuficiencia de puentes y puertos. Esto daba un marco casi exclusivamente estival al transporte de personas y mercaderÃas, amén de lo peligroso que resultaba internarse por caminos sin protección en contra de bandoleros.
Hasta mediados del siglo, las ciudades mantuvieron su carácter colonial en relación al plano, estructura interna y formas de sociabilidad entre sus habitantes. Los únicos edificios que sobresalÃan eran las monumentales iglesias dejadas por la administración hispana, a las que ahora se incorporaban algunos edificios públicos.
En el resto del territorio, los enclaves de Chiloé y Valdivia permanecÃan, en sus aisladas condiciones, con el comercio agrÃcola y maderero, basado en las tejuelas y tablas de alerce.
Sin embargo, a la continuidad de procesos que se manifestaban por doquier, también se abrÃan actividades que dinamizaban la ocupación territorial y el crecimiento de la población. En forma lenta, desde 1840 las nuevas actividades económicas impulsaron a sectores de la población a desplazarse en busca de mejores oportunidades. Este proceso tendió a acelerarse a partir de la década de los sesenta y terminarÃa a principios del siglo XX, con la actual configuración del territorio.
En el perÃodo 1830-1860 se conjugaron cuatro procesos que explicaron el nuevo ordenamiento territorial: la explotación minera, la exportación de trigo, la lenta inmigración y la colonización extranjera y, por último, las medidas estatales para el control de rutas estratégicas.
La organización institucional
Cuando en 1831 los grupos conservadores se afianzaron en el poder, requerÃan solucionar los emergentes problemas que acarreaba la formación de la incipiente República. Se debÃa restablecer el orden público, severamente amenazado por caudillos militares y montoneras que eran un resabio de las luchas independentistas. Era urgente imponer una forma constitucional que regulara las relaciones entre los poderes y afianzara la soberanÃa popular.
Por último, habÃa que impulsar la organización estatal en lo concerniente a la economÃa, la educación y la puesta en marcha de una institucionalidad administrativa que devolviera el sentido de autoridad y disciplina, principios que parecÃan fundamentales para los triunfadores de Lircay.
El primer paso fue llamar a retiro a oficiales y tropas involucradas en actos de indisciplina o que hubieran sido partidarios de los jefes liberales. Simultáneamente se crearon las Guardias CÃvicas, una suerte de milicias encargadas de imponer la autoridad gubernamental y sofocar la insubordinación de militares y sectores populares.
La puesta en vigencia de la Constitución de 1833 fue la pieza maestra con la cual se impuso el orden conservador en estos treinta años. El texto establecÃa un claro predominio del Ejecutivo sobre el Legislativo, otorgando al Presidente de la República una amplia gama de atribuciones legislativas, administrativas, militares y económicas. En la práctica, lo anterior convertÃa al mandatario en una suerte de soberano sin corona.
La eficacia relativa de este sistema polÃtico se fundaba en la posibilidad del Presidente de intervenir en los actos electorales y de estar dotado de un conjunto de facultades extraordinarias, que le permitieron restringir los derechos ciudadanos cada vez que la oposición parecÃa poner en riesgo la supremacÃa conservadora. Por último, la soberanÃa popular quedó restringida por el voto censitario, y la participación polÃtica quedó radicada en los grupos oligárquicos de carácter urbano.
El establecimiento de un sistema de educación estatal fue preocupación prioritaria del perÃodo conservador. Al impulso dado al Instituto Nacional, le siguió la formación de escuelas y liceos en las principales ciudades del paÃs. La creación de escuelas para preceptores y la implementación de nuevos contenidos, indicaban la voluntad de la época de salir del llamado oscurantismo español. Dicha expresión contenÃa una crÃtica a la absorbente formación religiosa recibida por las generaciones que ahora dirigÃan el gobierno.
Este proceso tuvo su punto más alto con la creación de la Universidad de Chile en 1842, institución que se convertirÃa en el centro neurálgico del desarrollo cientÃfico y cultural del siglo XIX. La llegada de una legión de profesores de las más distintas especialidades y nacionalidades, estableció las bases de la educación moderna y de carácter liberal, preparando a las primeras generaciones de profesionales del paÃs.
En el plano del ordenamiento legal, destacaron la promulgación de reglamentos de comercio, cabotaje y criminalidad. La culminación de estas reformas legislativas, que buscaban reemplazar el derecho hispano, se alcanzó con la dictación del Código Civil en 1855.
Los primeros pasos de la economÃa independiente
El proceso económico de este perÃodo se caracterizó por el contrapunto que representaron las ideas y tendencias al cambio, en oposición al mantenimiento de las modalidades económicas mercantilistas y proteccionistas que habÃan marcado la producción y el comercio durante la Colonia.
La escasez de circulante dificultó la demanda y el comercio interior de productos manufacturados. La falta de una mano de obra calificada fue un obstáculo que demoró, casi en una generación, que se incorporaran tecnologÃas y modernas formas de pago, dinero y de administración contable. La modernización de la Hacienda pública fue la primera tarea a la que se abocó el nuevo gobierno.
El Estado asumió un doble papel en su gestión económica. Por una parte, mantuvo el carácter monopólico de algunas actividades a través del estanco, la regulación estricta de aduanas y formas de tributación. Y por otro lado, fomentó la apertura de nuevos giros de comercio y producción, entre ellas se vieron particularmente favorecidas la minerÃa y la pesca.
La Revolución Industrial inglesa y la incorporación de nuevos territorios en Norteamérica y OceanÃa, fueron procesos decisivos para iniciar la inserción de nuestra economÃa de periferia a los circuitos económicos capitalistas transoceánicos.
En el Norte Chico, los ciclos de explotación minera que se abrieron con el descubrimiento de las amplias vetas de plata de Chañarcillo en la provincia de Copiapó; posteriormente, el cobre del cerro Tamaya en el distrito de Ovalle; y la lenta penetración en el borde costero de Atacama en busca del demandado fertilizante guano, iniciaron la ampliación de fronteras interiores y la modificación del ecúmene colonial.
En el sector minero, los minerales cuya explotación tuvo mayor crecimiento fueron la plata, el cobre y el carbón. La etapa de la minerÃa de la plata se inició con los hallazgos de Chañarcillo en 1832 y culminó con Caracoles en 1870. La ciudad de Copiapó se convirtió en un centro de fundición e incorporación de adelantos tecnológicos, siendo el de mayor impacto el ferrocarril. En 1849 se inició la construcción de la primera lÃnea entre Caldera y Copiapó.
En la misma zona, la minerÃa del cobre que se habÃa iniciado a finales del siglo XVIII esperaba su momento, el que llegó por la demanda inglesa. El descubrimiento de las vetas de Tamaya, Vallenar, Chañaral, Paposo y La Ligua en el perÃodo 1840-1860, cimentó las bases de una actividad que fue en general más estable que la minerÃa de la plata. La incorporación del horno de reverbero, la asociación con casas comerciales inglesas y el ferrocarril, fueron impulsos notables para esta actividad.
En el Sur, en la PenÃnsula de Arauco se inició la extracción en gran escala del carbón, tanto para la exportación al Perú como para el consumo interno.
La riqueza generada por estas actividades significó la consolidación de una burguesÃa minera. Esta abrazarÃa ideas liberales y regionalistas con las que hacia mediados de siglo pondrÃa en jaque al régimen autoritario de dominio conservador.
Por otra parte, las ganancias fueron invertidas en parte en compras de tierras en la Zona Central y en actividades bancarias y comerciales, con las que se modernizó significativamente la economÃa del paÃs.
En la Zona Central, la demanda por trigo desde los mercados de California y Australia dio paso al despeje de árboles y matorrales que permanecÃan en el Llano Central y en los valles interiores de la Cordillera de la Costa. La agricultura vivió su época de auge en estos años, al abrirse en 1848 poderes compradores para exportar trigo a California; posteriormente, la fiebre del oro desencadenada en Australia hizo que se repitiera este ciclo comercial. Para finales de la década del cincuenta, cuando ya estaba cerrado el mercado exterior del trigo, la agricultura vivió una larga etapa recesiva que se enfrentarÃa con la creación, en 1856, de la Caja de Crédito Hipotecario.
Casi al finalizar este perÃodo, se puso en marcha la colonización de los alrededores de Valdivia y Osorno. Por el extremo austral, la fundación de Punta Arenas en 1849 marcó el inicio del control efectivo del Estrecho de Magallanes.
Las relaciones internacionales
Otro de los objetivos de los dirigentes nacionales durante el perÃodo de la Formación del Estado Republicano, fue buscar el reconocimiento de la comunidad internacional. Al temprano inicio de contactos con los Estados Unidos, le siguieron los que se hicieron con Francia e Inglaterra y la mayor parte de las nacientes repúblicas americanas.
En el campo internacional, los procesos de mayor dificultad se vivieron con la Santa Sede, que solo aceptó reconocer la Independencia de Chile en 1840 y con reparos, debido al mantenimiento del ejercicio del Patronato, al que se reemplazó por la figura protocolar de la súplica filial. En tanto, España solo reconoció la Independencia en 1844.
El momento de mayor tensión internacional del perÃodo se produjo entre los años 1836 y
1839 durante el desarrollo de la guerra contra la Confederación Perú- Boliviana, cuyo resultado permitió a Chile establecer un predominio en el tráfico comercial en las aguas del PacÃfico Sur.
El fin de una época
Tras treinta años de dominio del conservadurismo autoritario y cuando se habÃan alcanzado los ideales del ya lejano Lircay, las nuevas generaciones empezaban a preparar el fin de una época polÃtica. Las primeras manifestaciones se dieron en la prensa —que crecientemente expresaba el anhelo de los postulados liberales—. Con la creación del Club de la Reforma y la Sociedad de la Igualdad estas ideas iniciaron su realización, con un frustrado estallido en las intentonas revolucionarias y regionalistas de 1851 y 1859.
Paradójicamente, el poderoso edificio polÃtico construido por los conservadores se agrietó desde el interior al distanciarse el sector autoritario del clerical, como insospechado resultado de la llamada cuestión del sacristán.
La consecuencia inmediata fue el surgimiento del Partido Nacional y la formación de la extraña coalición liberal conservadora, que terminarÃa dominando el proceso de transición que llevó a los liberales al poder en 1861.
Fuente: Icarito Diario La Tercera.

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