
Historia de Chile: BiografÃas.
Catalina de los RÃos y Lisperguer: 1604-1665
La Quintrala
Sus padres fueron Gonzalo de los RÃos y EncÃo y Catalina Lisperguer y Flores, criollos santiaguinos. Sus antepasados por ambas lÃneas paternas llegan hasta la Conquista, encontrándose entre ellos a Bartolomé Flores, quien se casó con la hija del cacique de Talagante, doña Elvira, bisabuela de la Quintrala.
Para comprender las acciones por las que Catalina de los RÃos pasó a la historia, se debe considerar su crianza y especialmente la personalidad de su madre y su tÃa, las hermanas Catalina y MarÃa Lisperguer, respectivamente. Incluso, a ellas se las acusa de haber intentado envenenar al Gobernador Alonso de Ribera (1604), hecho que -según se ha asegurado- se debió al despecho de MarÃa ante el clandestino matrimonio de Ribera con Beatriz de Córdoba.
Ordenada la prisión de las hermanas, MarÃa recibió el asilo de los agustinos, mientras que Catalina fue ocultada, primero por los dominicos, y después por los mercedarios. La inmunidad eclesiástica y las poderosas relaciones familiares y sociales de las hermanas Lisperguer y Flores, dejaron sin efecto la acusación. MarÃa, quien era tenida por bruja y encantadora, se casó con Juan de Añasco con quien se fue a vivir a Lima. Nada más se supo sobre ella.
El destino de su madre
Catalina Lipserguer se casó con Gonzalo de los RÃos, rico heredero detierras en la Ligua y Longotoma. Al parecer, al poco tiempo de casadosCatalina mató a una hija natural de Gonzalo. Al respecto, el obispo Francisco González de Salcedo decÃa al Consejo de Indias, en 1633: "Fue esta doña Catalina mujer cruel, porque mató con azotes a una hija de su marido, y asimismo mató a un indio a quien pidió las yerbas con que quiso envenenar el agua de la tinaja de que bebÃa el Gobernador".
Catalina Lisperguer y Flores tuvo dos hijas: Ãgueda -casada con el oidor de Lima, Blas de Torres Altamirano- y Catalina.
La muerte de su padre
La Quintrala entró a la historia acusada de haber asesinado a su padre con un pollo envenenado que le ofreció en su lecho de enfermo, hacia 1622. La acusación hecha por su tÃa paterna no conoció proceso, tal vez porque nuevamente el peso de las relaciones de la parentela con el gobierno debió surtir efecto.
La impetuosa y sorprendente personalidad de Catalina ha sido asociada a una serie de delitos cometidos durante su vida. HabrÃa sido la culpable de la muerte de un encumbrado caballero de la Orden de Malta, a quien invitara a su lecho, donde lo asesinó. Sin embargo, la responsabilidad del hecho fue atribuida a uno de sus esclavos, quien fue ahorcado en la plaza de Santiago.
En otra ocasión, como señala el obispo Salcedo en su informe: "Quiso matarpor su persona a don Juan de la Fuente Loarte, Maestre-escuela de esta Santa Iglesia y vicario general de este obispado, corriéndolo con un cuchillo porque procuraba impedir sus liviandades", lo que habrÃa ocurrido en 1625 ó 1626, cuando Catalina tenÃa 23 ó 24 años.
Su matrimonio
A instancias de su abuela, Ãgueda Flores, quien desde la muerte de sus padres era su tutora, Catalina contrajo matrimonio (septiembre de 1626) con el caballero y soldado Alonso CampofrÃo Carvajal, de poca fortuna. La novia llevó al matrimonio una dote de 45.349 pesos, suma bastante cuantiosa en aquella época. En 1643, CampofrÃo fue elegido alcalde de Santiago en reemplazo de Juan Rodulfo Lisperguer y Solórzano, primo de su mujer, hecho que demuestra la influencia de la familia. Luego del matrimonio, la pareja se trasladó a la hacienda de La Ligua.
Según el historiador BenjamÃn Vicuña Mackenna, el esposo no estuvo ajeno a las costumbres despiadadas de su mujer, convirtiéndose en su cómplice.
Alonso y Catalina habrÃan mandado asesinar al vicario de la región, quien fue ultimado por un esclavo y un primo de Catalina, el que, curiosamente, era religioso. El matrimonio
CampofrÃo de los RÃos tuvo un hijo, llamado igual que su padre, pero el niño falleció a la edad de 10 años. Su padre murió hacia 1650, dejando viuda a Catalina.
Propietaria
Catalina de los RÃos heredó los ricos valles de Longotoma y La Ligua, a los que agregó, en 1615, vastas tierras en el departamento de Petorca, y otras en San Juan de Cuyo, al otro lado de la cordillera. Desde 1638 disfrutó de los repartimientos indÃgenas de Codegua, que habÃan pertenecido a su hermana Ãgueda. Se supone que Catalina, rica hacendada y ganadera, dirigÃa personalmente las actividades de sus propiedades, montando a caballo por los valles donde le complacÃa vivir con su esposo, ya que la ciudad le era odiosa.
Según la tradición, en la hacienda de La Ligua era donde azotaba y mataba a los indÃgenas a su servicio y a sus esclavos, sin miramientos.
Otros crÃmenes Hacia 1634, el obispo Salcedo pidió la investigación de todos los sangrientos sucesos de La Ligua. Sin embargo, tuvieron que pasar 30 años para que la justicia se empeñara en conocer e informar de tales acusaciones. De hecho, la Real Audiencia comisionó a Francisco Millán para que secretamente se constituyera en La Ligua con el fin de escuchar los reclamos de sus vÃctimas, sin la intervención de Catalina, su sobrino y su mayordomo. Habiendo encontrado evidencias de la veracidad de las acusaciones, el oidor Juan de la Peña Salazar se trasladó a la hacienda, apresó a Catalina y la llevó a Santiago para seguirle juicio criminal. Este no estuvo exento de las influencias de su nombre y las relaciones familiares con los oidores, quienes favorecieron la causa de la rea, a quien, en total, se le atribuye la autorÃa de cuarenta crÃmenes.
Asà se desprende de la acusación hecha en su contra: "Tiene la dicha (la costumbre) doña Catalina de cometer semejantes delitos como constan largamente probados en las causas criminales que actualmente están pendientes en esta por la Real Audiencia de que resultan más de cuarenta muertes que todas están probadas y comprobadas con las señales de azotes y quemaduras que en toda la gente de sus servicios ha hecho la dicha doña Catalina a que se allega la fama pública de los delitos que toda su vida ha cometido asà en personas libres como en los indios de su encomienda y además de su servicio...".
Su muerte: ¿un arrepentimiento?
El 10 de mayo de 1662 Catalina dispuso su testamento. Casi toda su fortuna fue legada en beneficio de su alma, para ser rescatada del purgatorio. Estableció que se dijeran 20 mil misas, para lo que dispuso 20 mil pesos.
En los dÃas siguientes a su entierro, debÃan oficiarse otras mil misas, y también mandó se dijeran 500 misas más, esta vez por las almas de los indÃgenas que habÃan fallecido debido a sus malos tratos.
Mediante otras disposiciones, favoreció a algunos parientes y amigos cercanos. Por último, legó 6 mil pesos al Señor de la AgonÃa o Cristo de Mayo, para seguir realizando la procesión expiatoria de los dÃas 13 de mayo, cuando se recordaba el terremoto acaecido en esa fecha. Sus funerales fueron realizados con una ostentosa pompa, que incluyó mil cirios para la iglesia. Ataviada con el hábito de San AgustÃn, fue enterrada en el templo de esa orden.
Fuente: Cristián Guerrero Lira, Fernando RamÃrez Morales e Isabel Torres Dujisin.

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